En el último escrito hablaba de empezar de nuevo, hablaba de que una llega a un momento en su vida en el que siente que se abre una enorme puerta al cambio y a veces todo se va reduciendo a pequeñas elecciones diarias, tan simples y tan sencillas como esta pregunta ¿cómo vivir mi día a día? Pequeñas elecciones que le van dando forma a todo y, cuando miremos atrás, veremos que paso a paso hemos moldeado esa nueva forma de existir en este mundo. Y hablaré desde mí, hablaré desde toda esa autoexigencia que he ido dejando atrás, no como un momento determinante, sino con pequeñas confrontaciones y decisiones diarias que, casi sin darme cuenta, han hecho que hoy me sienta un poco más liviana.
He decidido que voy a escribir más seguido aquí en substack. A veces siento que me guardo muchas cosas esperando que sean perfectas y es así como se van quedando en el aire y que, en lugar de sentirme como un flujo abundante, me siento restringida, bastante apretada la llave de mi creatividad que, últimamente ha salido solo a gotas, las que yo he permitido, y todo lo demás se va quedando acumulado.
He pensado en varias cosas, he estado leyendo algunos libros, desesperándome con algunos proyectos.
Siento que el día de hoy mi voz sale sin mayor pretensión, como si no quisiera esforzarse en decir nada sorprendente, incluso y quizá, nada útil, al menos no desde el valor utilitario.
Hay una frase que leí por ahí y sobre la cual tal vez quiera debatir o escribir un poco el día de hoy. Hablaba sobre aquello que constantemente pretendemos arreglar en nosotras mismas, sobre eso que “descubrimos” y que ahora se vuelve tema de terapia interminable hasta que un día esté resuelto.
Cada vez que escucho eso, solo veo el cavar en un hueco sin fondo, lo único que siento es como se hurga en una misma herida tantas veces que sigue sangrando y que nunca llegará a cerrar. Siento que a veces nos desconectamos tanto de la sabiduría de la vida que olvidamos cómo se sanan las heridas del cuerpo, cómo es que todo se pone nuevamente en su lugar.
Siento que estamos tan obsesionadas con intervenir, con hacerlo por nuestra cuenta que, olvidamos que ni por un segundo tenemos que pararnos para decir: “momento, tengo que respirar para seguir viva”. Siento que hemos olvidado que la vida sigue con o sin nuestro juicios, pensamientos, ideas o ideales, traumas, heridas, y más.
Cuando escucho esas frases lo que siento es que seguimos con esta idea de que algún día estaré bien y perfecta, entonces podré disfrutar la vida.
“Nos pasan cosas” es el nombre que hasta ahora se ha quedado para este blog / newsletter / proyecto, porque nos pasan unas y luego otras y luego otras.
Escribir me ha enseñado que hay que avanzar con todo esto que llevo dentro y, para mí, avanzar es igual que simplemente existir. Que, si tengo que ir a algún lugar o estar con alguien, ese día iré con todo esto que llevo dentro, aunque a veces pese, aunque a veces me arrastre o ni siquiera llegue. Y aunque otros días vuele o flote, pueda amar. Todo pasa.
El cuerpo humano tiene más bacterias que cualquier otra cosa, somos más un cumulo de bacterias que de células. Todas nos sirven, sostienen un equilibrio y las unas sirven a las otras. Llevamos dentro nutrientes y compuestos químicos que conforman la vida, al mismo tiempo que cargamos dentro, diariamente y hasta el último de nuestros días también nuestros desechos. Somos una mezcla de vida y de muerte, de nacimiento y descomposición al mismo tiempo, de querer y no querer, de sentir y no sentir, de un día sí y al otro no.
¿Cuál es mi propuesta entonces?
Es la de aprender a convivir con nosotros mismos cada día, con todo esto. Pero, sobre todo, de poder estar con nosotras, escucharnos nosotras primero, leernos nosotras primero, evitar poner diagnósticos y etiquetas que encarcelen nuestra esencia y así, dejarnos en paz, dejarnos libres.
Con mi escritura persigo mi propia libertad, dejar de ser presa de aquellas partes de mí que suelen ser solo queja, culpa y reclamo.
Mi escritura es una forma de decirme que jamás terminaré de cincelarme y que no pretenda algún día ser una persona lista o terminada y presentable al mundo. Con mi escritura me doy el valor de dejar de intentarlo, eso de hacerlo bien, agradar, sacar la mejor nota, recibir el mejor comentario o siquiera que me amen. Solamente poder estar ahí, aquí, con lo que hay. De finalmente sentirme bien conmigo misma, con esta vida y con esta muerte.
Cuando cumplo este compromiso que me he hecho a mí misma (el de escribir), y en la medida que lo hago cada día, así sea solo por unos cuantos minutos, lo que antes me aplastaba, empieza a pesar menos; lo que antes no me dejaba dormir, se va volviendo nube que pasa; lo que me tenía atrapada entre la espada y la pared va encontrando su lugar de salida; los problemas que parecen inquietarme tienen un lugar para responderse a sí mismos, y suele aparecer esta pregunta: ¿qué es lo que quiero? El verdadero compromiso conmigo cada día es solo con mi honestidad, con la verdad que me debo a mí misma y a nadie más. Y mi honestidad incluye también el cómo quiero vivir mis mentiras.
Y por eso me gustaría decirle a cada mujer: por favor escribe, escribe un diario, escribe cartas, crea. Decirles lo que yo sentí cuando no veía ninguna salida más en mi vida: si no sabes qué hacer ponte a escribir, si no encuentras respuestas, ponte a leer. Si no encuentras nada entonces ya has encontrado algo, la nada, esa nadedad que puede llegar a ser tan basta y relajante, tranquilizadora, esa nada que aprendemos cada día a habitar, esa nada desde la cual volvemos a crear, cada vez más livianas, más libres, más cerca de nosotras mismas.
Escribir no es salvación ni respuesta, no es la solución a nada. Hay algo que me hace permanecer aquí, es que la escritura no me promete nada. Entre todos los caminos que pude elegir, entre todo lo que se abría en frente de mí y entre todo lo que he hecho también, elegí escribir, porque escribir no me hace promesas, no me da felicidad pasajera, ni me lleva al cielo, todo lo contrario. Escribir es honesto, crudo, suele ser cruel, es mi dosis diaria de espejo sin filtros, es lo que me invita a no evitar la incomodidad para buscar la siguiente satisfacción inmediata, es lo que me recuerda que solo hay una cosa que hacer cada día y es, como Sísifo, ese cierto placer y verdad en subir la montaña cargando la piedra cada día, ese ciclo y esa actividad que se repite una y otra y otra vez. Detrás de eso hay una sola cosa:
“Que para llegar a nosotros mismos y a nuestra verdad más profunda, hay que repetir un movimiento cíclico día tras día sin pretender a llegar a ningún lado. Que no hay ningún lugar a dónde ir y que no podemos escapar de nosotros mismos, que somos la piedra que hemos de cargar toda nuestra existencia y que hay que presentarse cada día para hacerlo, ya elegiremos el cómo”.
No, no soy pesimista, es la más placentera verdad que nos libera de las carreras infinitas que hoy en día la humanidad emprende hacia la diosidad en esta tierra, a ser vistos, queridos, alabados, aceptados, perfectos, perfectas, mejores, mejores versiones, más felices.
He pensado en esta raza artificial a la que se aspira. La raza que no llora, que no se decepciona, que no tiene conflictos, que no pelea con su familia, con sus hijos, con su pareja, con nadie; en los que no se enojan, en los que no se lamentan, en los que no se quejan, los que toman la mejor decisión, la acertada (¿para quién?) Queremos convertirnos en esa raza que siempre tiene una herramienta para todo, una respuesta y que sabe cómo hacer las cosas.
En esa raza que te dice: no, no, no tienes por qué sentirte así, que la pobreza obviamente es solo culpa tuya por no hacer lo suficiente o no tener la mentalidad adecuada, si no tienes lo que quieres es porque no lo estás visualizando lo suficiente o porque algo está fallando dentro tuyo, ven te lo arreglo porque definitivamente no tener lo que quieres es lo peor que te puede pasar, todo el mundo ya lo está logrando y tú no, afánate que te dejan.
Nos queremos convertir en la raza artificial que no envejece, que no tiene arrugas porque hay mil cremas y tratamientos que hay que usar, porque no se vale envejecer, arrugarse o canear, porque la vejez es sinónimo de fealdad y al mismo porque los cuerpos todos son hermosos y no se puede etiquetar a ninguno pero deben ser eso, hermosos, debes verte a ti misma hermosa, no se te permite disgustar ni una sola parte de ti porque atentas contra ti, no importa lo que sientas, porque igual está mal, hay que arreglarte para que sientas bien. La raza artificial que su vida se basa en corregir la vida para evitar lo inevitable: la muerte, la decepción, el sufrimiento. Y peor aún, el cansancio que, después de todo este intento llega, pero tampoco puedes sentirte cansada, eso es falta de vitaminas, tienes que suplementar o ir a que te hagan cualquier cosa, menos eso, sentirte cansada.
Cuando la belleza está en lo humano, está en lo que duele porque es lo que por sí mismo nos transforma, está en lo que acaba porque es lo que nos renueva, está en la crisis que amplía nuestra mirada compasiva, está en todo lo que actualmente evitamos: en el aburrimiento, en la rabia, en la tristeza, porque es ahí donde nos fraguamos como humanos, y es ahí donde nos liberamos, no de la condena humana, no de cargar la piedra, no de hacer lo mismo cada día, sino de la exigencia y la falsa promesa de bienestar y perfección que pulula por todo lado.
Esta es mi piedra, soy yo misma
¿Cómo no habría de cargarme y de llevarme conmigo aun cuando peso?
¿Cómo podría decirle a alguien más que me ame, si yo no nací para que me quieran, sino solo para existir?
La vida ya me amó y por eso existo
La vida ya me hizo y por eso yo hago también
Y dejo de ser la piedra para ser la que camina, la que sube y la que baja
Y mientras recorro el círculo infinito soy eterna, desaparezco en el movimiento continuo
Y mientras todos quieren correr a todo lado, yo estoy en el único lugar donde se me ha pedido estar, aquí, conmigo
Y mientras todos han maquillado su piedra con el nombre de trabajo personal, terapia, cosas por arreglar y la han hecho más pesada y han confundido pesado con mejor y han confundido pesado con libertad o promesa de libertad, yo simplemente transito con lo que trae cada día, con lo que llevo dentro cada día, es que solo es el peso de cada día, no el de todo mi árbol genealógico o mis vidas pasadas, o incluso todo mi pasado, es solo con lo que me trae este día, con el paisaje que ya se me ofrece, no tengo porque inventarme otros más.
El universo es realmente basto y amplio, una eterna e infinita nadedad, ¿en serio todo recae sobre mí?
Hay espacio inagotable en esta nube llamado universo y, ¿en serio yo he elegido guardar todo dentro y sobrecargarme de información y no soltar nada y no liberar espacio para nuevas experiencias? ¿en serio tengo que hacerme cargo de todo?
Y mientras se me dice que lo estoy haciendo mal y se me pide que me detenga hasta que logre hacerlo bien, perfecto, yo solo lo hago como puedo y con lo que puedo cada día.
Y mientras todos se han reunido a debatir sobre la piedra, yo sé que la piedra solo existe si la veo como tal
Y soy mi piedra a mis espaldas y soy mi espalda y soy mis pies, y soy quien camina, y soy el propio camino, y no hay meta, por eso no importa si lo hago rápido o lento, hay algo que permanece: yo. Por eso lo más valioso no es estar en algún lugar, sino estar conmigo y con quien está aquí también.
¿Acaso soy yo la salvadora de mi existencia?
¿Cuál existencia he de salvar?
¿Cuál de todas las vidas me pertenece?
¿Soy un espacio cerrado?
¿Acaso no hay nada más allá? ¿aquí?
¿Dónde he posado mi mirada?
Y si me hago esta pregunta soy libre al fin ¿qué es lo que yo quiero?
No tengo que responder, quizá solo escribir.
Mis pequeñas muertes son mis victorias.
P.D 1: lo de escribir más seguido aquí en substack es verdad, probablemente recibas uno que otro escrito demás entre semana. Lo intento, aunque cada escrito me lleva 3 días hasta poderlo publicar, teniendo en cuenta las otras actividades que realizo.
P.D 2: estoy organizando algunos proyectos, también te iré contando de ellos aquí en las “P.D”.
P.D 3: nos vemos hasta el siguiente post. Si te han gustado te agradezco que lo compartas o le des corazoncito, no es nada del otro mundo pero motiva a continuar.